Un blues para Tom

Por: Elías "Jota" Urdánigo (Ecuador)

Jack Daniels no era su mejor amigo, era una buena compañía. Las carreteras del infierno se atravesaban mejor con buena compañía. Como los viejos blues en la radio mientras cruzaba de noche la autopista noroeste. Viajando de Tijuana a Ensenada. Como los ojos claros de Zoila, ese hermoso demonio californiano. Adoraba a esa mujer. Su cuerpo firme y elástico, y esa sonrisa que borraba el frío de cualquier desierto.

Aquel verano Tom vivía en una mugrosa habitación en Ensenada, esa ardiente ciudad del estado de Baja California. La costumbre de abrevar como si escapara de un desierto la había adquirido en San Diego, también había adquirido ladillas y gonorrea pero eso era otra historia.

Cierta productora de Los Ángeles estaba interesada en grabar su música. Su manager había prometido llamar. Tenía tantas canciones inéditas que podía grabar dos álbumes dobles. Eran retazos de su vida. Una fusión entre folk, jazz con toques blueseros. Le había costado componerlas. Fue de un lado a otro abandonando mujeres y tocando en pulgosos bares de ciudades extrañas. Sentía haber perdido su lugar en la tierra y sus canciones lo reflejaban.

Como siempre, esa temporada estaba haciéndole falta algo de efectivo. Pero, según él, se trataba de cosas prescindibles, como el pago de la habitación y ciertos víveres agotados. Había estado trabajando en los barcos pesqueros de la bahía por un buen tiempo. Pero el dinero se había esfumado, no sin antes apertrecharse. Tenía lo que necesitaba, una gran reserva de botellas diseminadas en los cajones del armario y debajo de la cama. Una conmovedora reserva para todo un año.

Zoila iba y venía en su vida como una ola arrebatada. No eran una pareja tradicional. Ella era la reina de los casinos en Las Vegas, entre imitadores de Elvis y millonarios arruinados. Facturaba 1000 dólares por cada encuentro. De ninguna manera era un precio injustificado. Ella de verdad lo valía. El inconveniente era que su trabajo la mantenía alejada de Tom por varias semanas. Entonces Tom terminaba con los bares del lugar donde estuviera. Zoila lo encontraba unos días después vuelto un despojo humano.

Has oído alaridos en mitad de la noche, provenientes de tu interior. Te has levantado sintiendo que el demonio es un bicho de ocho patas reptando dentro de tu espina dorsal. Temblando como una hoja en el viento. Casi arrastrándote has llegado al baño a vomitar, evitando arrojar el alma. No sé tú pero yo he tenido que echar un trago más y volver a acostarme.

Malvaviscos con tequila, empanadas de camarón bañadas en vodka, pescado frito rociado de vino blanco, postres de chocolate con mucho coñac. Café muy negro con sobredosis de ron. Whisky en las rocas, la luna que sale a la seis de la tarde con generosas medidas de brandy. Si le fuera posible, compondría canciones con alcohol. Vertería la guitarra y el piano de litros y litros de whisky. Cada canción llevaría dentro su bebida explicita. Canciones con tequila, otras con ron. Muchas con esencias de vodka, y otras con aguardiente puro. Pero las mejores eran las que llevaban el espíritu del whisky. Esa tristeza salvaje de los ríos del Mississippi. Él necesitaba esa fuerza mientras espera la llamada que haría que las cosas cambiaran.

Cuánto es el nivel de dolor que un hombre es capaz de soportar antes de rendirse. Es la última vez, siempre es la última vez. Pero mientras el frío arrecia tu destapas otra botella. La culpa se esfuma al cuarto vaso. Y todo es una lenta caída que no acaba.

La llamada llegó un lunes al medio día. Tom estaba reponiéndose de una resaca. La muerte nunca es dulce, y el tono condescendiente del manager no hizo que doliera menos. La productora se echó para atrás, no se selló ningún contrato. No se trata de tu música Tom, es sólo negocio. Y ellos dicen que no les conviene. No te preocupes conseguiremos una productora. Tú sigue haciendo lo que sabes, utiliza esto como inspiración.

No te preocupes. ¿Dónde escuchó esas palabras antes? No te preocupes dijo su padre, y nunca más regresó a casa. No te preocupes le dijeron en el ejército, pero sabía que si les hacía caso era hombre muerto. Los dueños de los bares también dicen no te preocupes mientras te tratan como a un borracho más. Los manager dicen no te preocupes, pero quieren quedarse con la mejor parte de los contratos. Zoila también lo dice y demora semanas en volver.

Con lentitud vas notando que es cada vez más imposible. El piano es una alimaña gigante que te infunde temor. Lo aporreas con fuerza, como si eso sirviera de algo. Una melodía contaminada y confusa, una lluvia inaprensible es lo que produce su estómago de madera. Entonces bebes más y mientras más golpeas las teclas, más lejos estás y lo que debería aparecer se hunde en el fondo de tu corazón enfermo. Sientes que podrías dar tu alma por componer una canción decente, pero tu alma agoniza como una sabandija bajo el sol del Valley Death. Y sólo quedan dos tragos más para que la botella termine, y sientes que es inútil seguir intentándolo. Escuchas el ruido de los pescadores que viene con la neblina, es solo un murmullo tenue, el murmullo del amanecer.

Cuando Zoila lo encontró inconsciente debajo del piano, en un charco de vómito, supo que esta vez no habría regreso. Su cuerpo ardía como si estuviera envuelto en llamas. Zoila lo sostuvo en sus piernas hasta que la camioneta llegó y lo llevó al hospital. Minutos después murió de un colapso hepático.

Una tarde de lluvia en San Diego, en un viejo estudio que habían contratado Tom y la banda que lo acompañaba para grabar unas maquetas, Tom hizo una mágica versión del clásico del blues “See that my grave is kept clean". Le agregó unas líneas a los versos y el ritmo de una guitarra efervescente. Fue el primer single de su álbum póstumo “Car Lonely”. Se sostuvo en los primeros puestos de los top five mundiales por varias semanas. El álbum fue un éxito de ventas. Venía avalado por ese aire de malditismo de su autor. Zoila y el manager estaban impresionados, ahora Tom era parte del mainstream.

Los críticos saludaron el álbum como una obra maestra. Los críticos, que buenos son.

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